La historia detrás de tres vinos elaborados con la variedad blanca Chasselas o Cortino: Secano y Gallardía, ambos del Itata costero, junto a Amulén del más austral Galvarino.

AMULEN DE GALVARINO

El primer Chasselas que probé en una feria, fue Amulén Old Field Blend de Viña Aynco. El vino blanco llamaba la atención porque turbio, y porque no daba más detalle de su composición en su etiqueta. Al preguntar, Rodrigo Moraga, su enólogo, contaba entusiasta que era  una mezcla de Chasselas o Corinto, Semillón y Moscatel; producto de la mezcla natural en su viñedo (field blend); un viñedo muy viejo y de menos de media hectárea en las cercanías de Galvarino. Este era el primer vino de la bodega Aynco, el proyecto de innovación regional para vinificar uvas de pequeños productores locales, que habían creado el año 2014 tres amigos (Moraga, además de Cristián Neira, también agrónomo y Nivaldo Aguilera, dueño del campo). Ello, mientras sus propios viñedos (actualmente de dos hectáreas y media), plantados con cepas de clima frío alrededor de la pequeña bodega, entraban en producción.

Amulén Old Field Blend, con sutiles notas florales en nariz, dejaba una sensación en boca de plenitud, con una rica acidez y marcado retrogusto a levaduras. Quedamos con Rodrigo en ir a conocer los viñedos, en Galvarino cuando se diera la oportunidad, y así lo hicimos. Llegamos hasta allá, apenas unos kilómetros antes de Lautaro, justo para el momento de molienda de las uvas de Amulén 2017, y allí estaban en la pequeña bodega forrada en rústica madera, las pequeñas gamelas con ínfimos racimos de Semillón, Chasselas, y Moscatel. De las tres uvas, la Chasselas resultó a mi gusto la menos sabrosa, más plana y también de piel más suave y fina. La Moscatel, por supuesto, la más aromática y dulce; la Semillón la de piel más gruesa y con más acidez. Y allí estaban sus tres socios, en fin de semana, llenando la moderna prensa de canasto a mano, dando vueltas como antaño a su alrededor para prensar y en seguida ir colocando maderos para ejercer más presión. Un trabajo de chino la verdad que me hizo viajar al pasado, cuando en esta zona los inmigrantes suizos trajeron la Chasselas, tal como nos cuenta Álvaro Tello en la 2da Parte de este especial.

Después de probar varios mostos dulces 2017 de sus viñedos, y pequeñas vinificaciones de viñedos vecinos y no tanto, partimos a conocer el viñedo hacia la costa de Galvarino. Visitamos varios viñedos primero, de Pinot Noir específicamente (nacidos de un proyecto INDAP regional en busca del primer vino hecho por mapuches, de los cuales les contaremos más adelante en WiP). Por eso llegamos hasta uno de los viñedos de Amulén al final del día, en la cordillera baja costera, después de más de una hora de caminos de tierra e infinitos predios plantados con bosques de pinos. Nos esperaba Don Remigio, quien por más de 50 años se fue a trabajar a Santiago y quiso regresar cuando fallecieron sus padres para hacerse cargo del campo.

Remigio, ex funcionario del Diario La Nación, cuenta que antes tenían el doble de plantas (2.400 en total), pero con el impuesto que cayó a los alcoholes debieron arrancarlas como todos los vecinos; ellos, como algunos pocos, decidieron quedarse al menos con una parte (1.200 plantas).  

El pequeño viñedo en cabeza, y sin riego, es bajo y las plantas  mezcladas claramente muy viejas. Remigio además tiene dentro de sus más de 20 hectáreas, bosques de pinos que vende cuando necesita. Su primer vino, nos cuenta aún no lo ha probado, no sabe qué sabor tiene, pero ya sueña con hacer el propio pues confiesa que entre alcoholes le gusta sólo el vino o el whisky.

Rodrigo Moraga explica que en la zona era común encontrar las tres variedades en un mismo viñedo, y aunque ya no hacen vino aquí (por eso la razón del proyecto de Aynco, a pesar de que si hay pequeños viñedos) en el camino de regreso vimos viejos fudres remozados en la fachada de un fundo maderero, preciosos testigos de aquellos años.

GALLARDIA OLD VINES DE VIÑA DE MARTINO

Uno de los primeros que comenzó a hablar en voz alta de la Corinto o Chasselas fue Marco Antonio De Martino. La variedad estaba mezclada con Moscatel en el viñedo de Guarilihue (Itata costero) que había comprado la familia el año 2014. Hasta entonces el vino blanco de la línea Gallardía era 100% Muscat o Moscatel y provenía de otro viñedo cercano. Pero las cosas cambiaron a partir de la cosecha 2016. Como ya es característico de la línea Gallardía, su Old Vines White 2016 (47.190), se fermentó 100% en acero inoxidable en busca de mostrar fruta y más fruta.

El resultado de las dos variedades cosechas  juntas del mismo viñedo de secano, es un vino blanco dorado brillante, liviano, jugoso y muy fresco en boca; menos  floral que su antecesor. Y esa es la gracia justamente de la presencia de la variedad en la mezcla, dice Marco Antonio, bajar la potencia aromática del Moscatel y también la sensación fenólica que puede dar en boca.

Si hablamos de mercados para el vino, Marco Antonio (quien está en los últimos pasos de la carrera por el título de Master of Wine) explica que éste, así como sus Cinsault, y sus vinos fermentados en Viejas Tinajas, son vinos de nicho, que se venden como pan caliente en bares de vinos naturales y permiten a Chile estar con sus vinos, donde antes no podíamos, pues estos son vinos con la identidad de su origen.

SECANO CHASSELAS DE FABIÁN MORA

Fabián Mora es un productor campesino de Guarilihue, muy cerca del nuevo viñedo de Viña De Martino, en lo que se conoce como el sector de La Leonera.  Es de los productores ejemplares, de INDAP, con cerca de 18 hectáreas de viñedos, y que ya se atrevió a dar el salto tecnológico para mejor la calidad y entrar a la competencia del vino fino con la bodega Mora Reyes. Fue conociendo su proyecto, equipado con tanques de acero y una maravillosa mini prensa neumática (que envidiarían profundamente a los chicos de Viña Aynco) que dimos con su Chasselas 2016 ($8.000). Se trata de un monovarietal etiquetado como tal, aunque la cepa aún no está declara como Noble en el Decreto 464, por lo tanto no debería lucir su D.O. junto a su nombre.

Cuando le preguntamos a Mora cómo fue que se atrevió a vinificarla por separado, contó que la idea surgió a raíz de la visita de un suizo, quien le dijo que en su país la reina era la Chasselas. Mora sabía que tenía en sus viñedos Chasselas o Corinto, aunque no sabe quién o qué le dio tal certeza. El mismo día de nuestra visita estaban moliendo la Chasselas y la probamos. De uva pequeña, redondita, muy parecida a la de Galvarino, de piel muy fina y poco sabor, a veces algo rosada. El vino es brillante y amarillo pálido, con aromas muy sutiles a frutas blancas, como pera y membrillo; seco, jugoso, liviano, para beber sin descanso. Un vino definitivamente para quitar la sed, como dicen los franceses.

Si los suizos en su patria acompañan a los vinos de Chasselas con su gastronomía rica en papas y quesos, aquí no hay duda de que debemos acompañarla con nuestros mariscos. Amulén, con toda su volumen en boca irá de maravilla con una paila de Choros maltones y longanizas ahumadas de caleta Nehuentué: el Secano de Mora con el plato de piures del restaurante Mar y Limón de Concepción; y ese el arrollado tibio delicioso de los Hornitos de Dona Juanita, en La Leonera, con el Gallardía Old Vines White, así como para dar unos buenos y ricos ejemplos.