SAG ENTREGA SU 2DA CERTIFICACIÓN PIPEÑO. ¿EN SERIO?
Publicado el 30 julio 2025
Por Mariana Martínez @reinaentrecopas

En Quillón la noticia corrió como la pólvora, el SAG de Ñuble certificó por primera vez un «pipeño» de la comuna. Es el segundo, recién, desde que se inventó la «denominación» en 2023 sin que corresponda. Nuestra editora todavía no entiende por qué atornillan al revés.
«La certificación, según noticia de la Municipalidad de Quillón, marca un hito local y convirtiéndose en la segunda certificación de este tipo en todo el país». Y explica: «Actualmente, el Pipeño no es considerado vino según la normativa vigente. En cambio, el “Vino Pipeño” sí está regulado como una categoría aparte, sujeta a las normas de vinificación y puede producirse en cualquier parte del país. Al no estar normado como vino, el Pipeño puede destacar su lugar de origen en la etiqueta, lo que refuerza su identidad territorial».
¿Esto es en serio?
Cuántos disparates hay en este solo bloque de afirmaciones:
- «Actualmente, el Pipeño no es considerado vino según la normativa vigente. En cambio, el “Vino Pipeño” sí está regulado como una categoría aparte…
- El vino pipeño sí está sujeto a las normas de vinificación y puede producirse en cualquier parte del país.
- Al no estar normado como vino, el Pipeño puede destacar su lugar de origen en la etiqueta, lo que refuerza su identidad territorial.
Es decir, el vino pipeño ahora puede ser de cualquier parte del País. ¿No hay arraigo a un territorio determinado?
Si el pipeño no es considerado vino, por qué según SAG sí puede tener menos de 11,5. Qué autoridad tiene le SAG para darle permiso de comercialización a un nombre que no le pertenece, sí a los hacedores de un territorio. Porque que quieren normalizar el mosto dulce del Terremoto, con helado de piña para los adictos al azúcar.

Desde 2023, cuando inventaron la denominación Pipeño, van apenas dos «pipeños certificados». Este segundo, ¿habrá sido idea de un funcionario SAG, igual que el primero? Si la creativa idea es tan importante para el desarrollo de la región, por qué hay solo dos certificados desde el 20023 hasta la fecha. ¿A este ritmo avanza el desarrollo de más de 5.000 pequeños viñateros en el Ñuble?
Porqué nadie se pregunta si es acaso competencia del SAG crear una «denominación», sea lo que denominación signifique. No es un intento burdo de pasar algo gato por liebre. Denominación no es Denominación de Origen pue… pero sí puedo ponerle al Pipeño el nombre del origen.
Que yo sepa las competencias del SAG es fiscalizar y hacer cumplir lo que establece la ley, en este caso la 18.455. Dentro de esas funciones velar porque no haya fraude, y con más razón justo ahora, por cierto, cuando el mercado se empieza inundar de chimbombos con pipeños de uva de mesa. Pareciera, una vez más, que a pesar de sus siempre buenas intenciones, el SAG atornilla al revés.
Qué objetivo hay realmente detrás de crear una denominación (sin mayúsculas) o mejor dicho normalizar lo innormalizable, para un mosto que no llega a fermentar por problemas en bodega. Por qué no apoyar mejor al grupo de viñateros del Itata que comenzaba a darle valor real, patrimonial, a su vino pipeño. Me refiero a ese vino artesanal, de País, fermentado en fudres abiertos de raulí y que queda seco y sin problemas de refermentaciones pa’ las guatitas de las Fiestas del 18, y también para de todo el resto del año. Ese que se toma si uno quiere sin copa, sino «solo pituca» como dicen los amigos de feria de vinos naturales Harinaos del Sur.

Se quedaron callados, rabiando, quién no, pero saben qué…. remando para donde saben sí es lo correcto.
No hay que tapar la realidad, es cierto, la gente está pidiendo vinos dulces más que nunca, y el mercado entero se los está dando porque necesitan vender y barato; lo están haciendo desde los viñateros más chicos hasta las viñas más grandes, pero qué necesidad había de «ayudar a los pequeños» endulzando el nombre patrimonial del «Pipeño».
Un comentario
Irina Díaz-Gálvez dijo:
Es una realidad que en diversas zonas de Chile hay viñedos que como resultado de los factores del terroir (suelo, planta, clima y manejo del viñatero) no alcanzan la madurez suficiente para lograr la graduación alcohólica mínima de 11,5 % v/v de alcohol para ser clasificado como vino de acuerdo con la Ley de alcoholes 18.455. Esto siempre ha sido motivo de incomodidad ya sea para los productores que deben “corregir “ el grado, para aquellos que no saben cómo llamar y vender su producto, pero también para los fiscalizadores que se complican frente a estos casos.
Una parte de la industria del vino a nivel mundial apunta a la producción de vinos con graduaciones alcohólicas menores a 11,5 % v/v, llegando a autorizar vinos con 8%v/v de alcohol de manera natural, vinos que cumplen con sus respectivas legislaciones. Por qué ocurre esto? Porque el mercado lo demanda. Cabe recordar que en Chile la producción de vinos con valores de alcohol inferiores a 11,5 % v/v está reservado exclusivamente para aquellos producidos en clima frío, a pesar de que es sabido que en otras zonas también es una necesidad.
Al ver que el SAG creo una nueva categoría para un fermentado de uva bajo en alcohol -que no es vino- y que para ello ha usado la palabra PIPEÑO, fue confuso. Lo que muchos pensamos, tratando de ver el lado bueno, es que se hizo buscando solucionar los casos de “bajo grado”, resolviendo el problema al categorizar los productos fermentados de uva cuyo alcohol potencial era bajo 11,5 % v/v y así poder venderlos. Sin embargo, en el artículo de Mariana Martínez del 4 de septiembre de 2024, citado en otro artículo publicado el 30 de Julio de 2025, da cuenta que el motivo detrás de la creación de la categoría “PIPEÑO” es mucho más que eso, que la idea nace de la necesidad de clasificar un vino que había sufrido parálisis de fermentación (error en el proceso de elaboración), por tanto, no tenía los 11,5 % v/v de alcohol para llamarse vino y por ende, contenía altos niveles de azúcar, y que por si fuera poco no fue una necesidad del productor sino una sugerencia del SAG.
El mal uso de la palabra PIPEÑO es hipotecar el un nombre que se relaciona con el patrimonio vitivinícola y cultural, es una mala decisión con que repercute en varios frentes. Un nombre que significa tanto, que tiene detrás años de trabajo, resiliencia, herencia familiar, sacrificio, identidad y tipicidad enológica haya sido utilizado para inventar otro producto con una base química similar al vino es un desacierto. Ha sido una forma de arrebatar “lo nuestro” para encasillar lo que no encaja en la ley de alcoholes.
El rol del Servicio Agrícola es, como organismo oficial del Estado de Chile, apoyar el desarrollo de la agricultura, los bosques y la ganadería, a través de la protección y mejoramiento de la salud de los animales y vegetales. Me queda la duda respecto a que están protegiendo? De verdad piensan que usar la palabra PIPEÑO en un producto solo por el hecho que diga el nombre del lugar de elaboración contribuye al desarrollo vitivinícola de las comunas viñateras a las que se les permitirá su uso?
Mi opinión es que esto no es más que una oda al libertinaje en la industria del vino para justificar errores en la elaboración del vino, justificar la necesidad de un grupo reducido de personas que quieren más azúcar en sus productos, es el origen de más confusión para los consumidores, una sacada de cacho para las autoridades competentes, una vuelta de espalda para iniciativas como “la travesía del Pipeño” a quienes admiro y respeto mucho por el trabajo y esfuerzo que realizan para posicionar el Vino Pipeño, el real Pipeño, en el mercado nacional e internacional.
El patrimonio vitivinícola nos compete a todos, por ello las agencias del Ministerio de Agricultura deberían trabajar de manera articulada, aportar desde las respectivas capacidades técnicas y sobre todo escuchar las necesidades de la industria del vino desde los territorios, generar instancias de trabajo participativo y validad las propuestas con quienes son los beneficiarios/ afectados según sea el caso.
Así como a quienes trabajamos en la industria del vino desde el ámbito técnico nos molesta esta decisión del SAG y de algunos viñateros, que son minoría (por algo hay solo dos productos registrados), el más confundido es el consumidor.
Además de tener que explicar la D.O. de Chile, las categorías Reserva, Gran reserva, etc. ahora tenemos que explicar las diferencias entre lo que yo llamo el NOT PIPEÑO y El VINO PIPEÑO, para no engañar al consumidor.
La decisión de qué hacer con estos fermentados de uva con menos de 11,5 % v/v de alcohol, con alta azúcar residual, era una atribución que le correspondía a los viñateros y viñateras, los elaboradores y elaboradoras de vino, a todos los profesionales vinculados a la industria del vino en todo su espectro, a instituciones del Gobierno con expertis técnica y a las Universidades en un trabajo conjunto y articulado. La razón? Porque lo que está en juego el resguardo del patrimonio vitivinícola y la historia del vino chileno.
El Ministerio de Agricultura debe realizar el ejercicio de entender los elementos del patrimonio vitivinícola, preguntar que significa el Vino Pipeño para los viñateros y viñateras, saber la opinión técnica de quienes trabajamos aportando al desarrollo vitivinícola ya sea desde el ámbito técnico vitivinícola o del mercado, pues Chile tiene una imagen país que cuidar y sobre todo una ley de alcoholes que respetar. Generar instancias participativas es una necesidad, mesas de trabajo más robustas que la mesa del vino, que evidentemente tiene fallas de representatividad.
Es el “ecosistema vitivinícola chileno” el que debe ser escuchado y debe tomarse las atribuciones de decidir como seguir construyendo nuestra historia, como potenciar, resguardar y comunicar nuestro patrimonio vitivinícola. Todos deberíamos opinar, no mantenernos indiferentes con este tema.