ENCIERRA SUMA 25 AÑOS DE HISTORIA FAMILIAR

Publicado el 17 diciembre 2025 Por Cristina Rivas @criiisrivas

María Ignacia Eyzaguirre representa la continuidad generacional y una forma íntima de entender el vino, la memoria y el territorio desde Colchagua. Cristina Rivas nos cuenta su historia.

 

“Encierra” como metáfora de lo que se guarda con cariño: los viñedos, la memoria, la herencia en Colchagua; y también la capacidad de cerrar ciclos para abrir otros nuevos, con otras manos, otras miradas, otra generación. Tal vez por eso, cuando recibimos la invitación a celebrar sus 25 años, no llegó como un correo más, sino como el mensaje de alguien cercano: cálido y atento. María Ignacia Eyzaguirre, enóloga y alma de Encierra, nos escribió directamente, agradeciendo de antemano el esfuerzo de viajar hasta Peralillo en el Valle de Colchagua, porque para ella cada persona que llega a la viña convierte el momento en algo íntimo, casi sagrado.

Así, incluso antes de pisar el valle, ya intuía que no sería un aniversario más, sino la posibilidad de entrar en una historia que ha resistido todo, incluso el paso del tiempo. Con la mañana aún fresca y esa brisa que en Colchagua nunca se apura, pero siempre llega, arribamos a la Viña Encierra, donde María Ignacia nos recibió con la naturalidad de quien abre la puerta de su casa a viejos amigos. Ese primer encuentro dejaba ver algo que más tarde confirmaría: la Viña Encierra nació de un deseo profundo de continuar un relato que no se detiene, sino que se renueva.

Y con la honestidad de quien ha vivido cada etapa de su viña en primera persona, María Ignacia arrancó contando cómo, en marzo del 2000, su padre la llamó y le preguntó sin rodeos: “¿sigues con la idea de hacer un vino?”, y sin pensarlo le respondió: “por supuesto”. Si eso no es tener certeza de lo que quieres, díganme qué es.

Encierra celebra 25 años, sí, pero su raíz es mucho más antigua. La historia comienza cuando el proyecto aún viajaba con Jorge Eyzaguirre Correa, padre de María Ignacia e impulsor de Viña Los Vascos, pioneros en llevar los vinos de Colchagua a mercados que entonces ni siquiera pronunciaban “Chile”. Durante años, Los Vascos fue visión, riesgo y una apuesta audaz por mostrarle al mundo el potencial de este valle. Y tras la venta de este proyecto, la familia conservó una parte de la propiedad original: no por estrategia, sino por afecto. Ese pedazo de tierra guardaba identidad, memoria y un vínculo que no podía romperse. De ahí surge la Viña Encierra: de la determinación de María Ignacia, de su profunda firmeza de que había un hilo que debía continuar.

Habían pasado cuatro años desde aquel capítulo que sacudió certezas, pero que dejó intacto el impulso de seguir escribiendo historia. Desde entonces, como me dijo con claridad María Ignacia, la Viña Encierra avanzó entre euforias y angustias, porque el vino, como la vida, tiene temporadas generosas y otras que ponen a prueba hasta al más terco.

Una de esas pruebas fue el cuartel 159 de la viña, que estaban a segundos de arrancarlo en 2013, hasta que Didier, su asesor, se detuvo frente a él y declaró que ese era el cuartel que debían vinificar. Nadie sin entenderlo, lo que parecía un final era, en realidad, un comienzo. Ese mismo cuartel, que María Ignacia daba por perdido, es hoy uno de los mayores orgullos de la viña.

Y quizá por eso, cuando conversamos disfrutando la tarde, levantó su copa y su voz tomó otro tono: “Cuando el vino se comparte, no solo se llena una copa, se llena el alma de compañía, de cultura y de momentos inolvidables”. Brindó con ese primer vino, el inicio de todo, y brindó también por quienes han sostenido esta historia: su padre, mentor e inspiración; su madre, María Ignacia Echeñique, fuente de fuerza y determinación; su hermano Juan Carlos, pilar constante; sus hijos, Andrés y Antonia, que hoy toman la posta, y por Antonio, su marido, quien, como ella dijo, siempre la dejó volar. ¡Qué manera de amar! Fue un instante íntimo en el que quedó claro que la Viña Encierra no solo continúa: se fortalece, se expande y se proyecta sin perder su origen.

Con una copa de Encierra Rosé 2025, vibrante y ligero comenzó la fiesta desde la recepción de la Viña, otros se dejaron llevar por el Carmenere 2024, más profundo y especiado, perfecto para acompañar las conversaciones que fluían. Caminamos por la capilla, al lado de la bodega en donde descansan las cenizas de Jorge Eyzaguirre, quien fuera el fundador de Viña Los Vascos. Mientras, en el mirador el jazz sonaba de fondo.

No era una celebración solemne: era una reunión familiar, María Ignacia mamá, amigos de antaño y quienes conocen esta historia desde sus primeras raíces. Todos se movieron como piezas de un mismo relato, el equipo de servicio de la viña, siempre coordinado y atento, acompañaba cada paso con soltura que solo se logra cuando todos entienden que trabajan por algo que trasciende de una botella: trabajan para mantener una historia familiar, y nosotros, los invitados, siendo integrados a esa complicidad de décadas.

 

 

 

 

Allí probamos piezas fundamentales de todo este relato: Los Vascos Cabernet 1984, un guiño al pasado; Textura by Encierra, Cabernet Franc 2024, elegante y preciso; este es el nuevo Cabernet Franc que confirma que Colchagua aún tiene mucho por dar. Y,  Porel 2018, el homenaje por él y para él, su papá Jorge Eyzaguirre.

Durante el almuerzo, brindamos con Carmenere 2017 y Encierra Vineyard 2022, pura fruta, ligeros, y más tarde apareció, casi como un gesto de cariño, el vino fortificado de Andrés 2024, prueba tangible de que los nuevos ciclos ya comenzaron y vienen con fuerza. En la mesa había fotografías antiguas, etiquetas guardadas, anécdotas de exportaciones pioneras, vendimias duras y triunfos inesperados. Y los brindis emocionados de María Ignacia, por su padre, su madre, su hermano, sus hijos y por Antonio, su partner de vida, fueron el puente entre lo que fue y lo que está por venir.  Quizás eso es lo que más me conmovió: comprender que la Viña Encierra no solo produce vinos, sino que protege y mantiene vivo un legado que ha pasado de generación en generación. Y hoy, con Antonia y Andrés incorporándose con naturalidad, esa continuidad ya es una realidad palpable.

Me fui de la Viña Encierra al atardecer con la sensación de haber asistido no a una celebración, sino a un ritual familiar. Un recordatorio de que hay viñas que se visitan y otras en las que te sientes parte de ellas, y Viña Encierra pertenece a la segunda categoría. Sé que los próximos visitantes, lectores, viajeros, curiosos, tendrán la misma suerte que tuve yo: ser recibidos como si volvieran a casa.

 

Abren de lunes a lunes, desde las 10 hrs hasta las 17 hrs. Y los tours que ofrecen son:

  • Ícono: Viñedos, bodega y capilla + 4 Premium + Ícono y quesos (60 – 70 min).
  • Premium: Viñedos, bodega y capilla + 4 Premium y quesos (60 – 70 min).
  • Degustación: Bodega y capilla + 3 vinos (45 min).
  • Cata Vertical: Recorrido completo + 6 añadas y quesos (premium).
  • Tour Almuerzo: Recorrido + 4 Premium + almuerzo campestre (3 – 4 hrs).
  • Bicicleta: Paseo libre + 3 vinos (2 hrs).
  • Picnic: Recorrido + picnic + vino para dos (3 hrs).

Web: https://encierra.cl/ – Instagram: @encierra

 

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