DE LA GASTRONOMÍA AL VINO

Publicado el 19 diciembre 2018 Por Mariana Martínez @reinaentrecopas

Conversamos con Harriet Nahrwold, autora de “Vinos de Chile” el libro de Contrapunto que llega este fin de año como gran regalo, que  ilustra una revolución del presente.

 

El título de esta entrevista “De la gastronomía al vino”, tiene que ver con la vida profesional de Harriet Nahrwold, la autora de las últimas dos versiones del libro de Editorial Contrapunto llamado “Vinos de Chile”.  Aunque antes de dar el salto de un tema a otro, Harriet estudió Educación Básica en la Universidad de Chile, Música en Alemania y un Diplomado en Humanidades en la Universidad Adolfo Ibáñez. De allí sin duda su carácter curioso y pedagógico a la vez; de ahí su tono de voz melódico y sutil.

Conversamos con Harriet a propósito de la llegada a librerías de la edición remozada de “Vinos de Chile” con tamaño más grande y más fotografías a full color (cerca de $38.000 en Contrapunto.cl). También, de los cambios que ha asumido en los últimos años, saltando delante del mesón haciendo crítica, para estar detrás, recibiéndola. Y todo por culpa de su hijo varón, el Diego Rivera, enólogo actualmente de Viña Garcés Silva y productor de la sidra Quebrada del Chucao.  El padre de Diego, Enrique Rivera,  es un destacado cronista gastronómico, hoy desligado profesionalmente de la industria, quien como Harriet fue por varios períodos presidente del Círculo de Cronistas Gastronómicos.

¿Harriet, como es que el Vino pasa a tomar un papel relevante  por sobre la gastronomía en tu escritura?

Dejé la gastronomía hace tiempo ya, cierto, las circunstancias se fueron dando. Llegué de vuelta a Chile, después de algunos años de vivir en Europa, entonces, el año 1979, tiempo de crisis y dictadura,  conocí a Mario Fonseca y Alex González, quienes  tenían una exitosa empresa de diseño. Y, como me gustaba cocinar me convidaron a que los ayudara con algunas cosas de la revista que editaban, la desaparecida Gourmand. Ese trabajo  fue generando una natural relación con la gastronomía. Así fui testigo de cómo la gastronomía evolucionó en Chile y el mundo; no solamente en Chile de manera exponencial. Pero siento que cuando los cocineros salieron de la cocina, se desvirtuó un poco. Crecieron los egos, y además sentí que la cocina, la de alto vuelo,  dejó de ser para palear el hambre, a ser una cosa de fuegos de artificio. Y  sentí que ya no era lo que me atraía. En cambio llegué al vino porque  me convocaron para escribir en www.chilevinos.com, un sitio entonces dedicado a noticias y  de venta de vinos y ahí descubrí  este mundo que además se relaciona con mi amor por la tierra y el campo y que siento que es una expresión de las posibilidades que entrega la tierra;  de ser tan inmensamente versátil y capaz de producir sutilezas muy grandes, casi a veces insoldables… Amor por la tierra, diría que son las cosas que me siguen atrayendo del vino.

¿Cómo surgió la idea del libro «Vinos de Chile» y qué trabajo implicó?

La idea partió  hace 20 años desde  la Editorial Contrapunto, cuando el desarrollo vitivinícola era incipiente. Hicieron entonces un libro que parece fue muy exitoso, «Vinos de Chile». De manera que tenían  el nombre y las ganas de re -editarlo Y hace cinco años me convocaron para rehacerlo. Recuerdo haber visto el original, y por la distancia de 20 años, que parece que no es mucho… pero había sido abismante el desarrollo de Chile. Sentí que era una buena oportunidad de poner en papel todos los años que he estado dedicada a conocer de vinos y zonas vitivinícolas y a poder transmitir.  Me gusta tener una rama que sea comunicadora y hasta cierto punto pedagógica sin ser pedantemente pedagógica. Hicimos un trabajo en la versión 2013 tal vez menos exhaustivo en diseño, pero sí trabajamos muy bien los textos. Entonces se hicieron 5.000 ejemplares y se agotó hace dos años. De manera que siempre con Contrapunto estábamos en contacto y hace dos años partimos trabajando con Caroline Gravereaux, la editora y coordinadora del libro y decidimos hacer un libro hermoso. Así creció en tamaño y cantidad de fotos. Hicimos una selección exhaustiva, se invitaron a muchas viñas a participar. Hicimos selección de 101 viñas que no pagaron por estar,  pero sí aportaron fotos; unas más, otras menos… Y en esta oportunidad  la editorial se abrió a que también haya 80 fotos mías, y de otros fotógrafos que me cedieron sus fotos con mucha generosidad. Implicó trabajar codo a codo con el diseñador Vicente Vargas, por ocho meses,  al punto de que Vicente creía que no era negocio para él, pero también  quería hacer un trabajo bonito  y lo hizo con mucho gusto.

¿Qué cambios tiene esta segunda edición en su contenido?

Esa segunda edición mantiene  la misma estructura. Actualice los textos, salvo en la parte historia, que tal vez esté un poco al debe porque puede que haya visiones distintas hoy de la historiografía del vino chileno (Harriet se refiere a la hoy discutida profesión del fraile Francisco de Cabarantes, quien trajo las primeras vides a Chile en el siglo XVI). Pero encontré que el texto estaba bueno y lo dejé cercano a lo anterior. Eso sí,  todos los datos y cifras, la parte de contenido está actualizado. No es un cambio estructural, sino visual. ¡Se ve hermoso! Queríamos que fuera  capaz de transmitir la tremenda diversidad que  tiene Chile en sus regiones vitivinícolas que se plasma en vinos más diversos y jugados que cinco años atrás incluso. Cuando ya estaba MOVI y  había pequeños productores,  y empecé a hacer una lista, llegue a 200 pero dije no vale la pena…. A lo mejor hacemos un día un libro sobre proyectos pequeños.

Etiqueta de sidra Quebrada del Chucao, realizada por una de las dos hijas de Harriet y Enrique Rivera.

¿Qué cambios has tenido tú en lo profesional durante estos años; ahora te vemos en redes (@HarrietNahrwold) del otro lado del mesón promoviendo la sidra de tu hijo y sobrino.

En relación a mis propios cambios, tal vez lo más fuerte es que hoy estoy escribiendo menos de la contingencia, lo que echo de menos,  y lo siento como una deuda, pero finalmente las lucas mandan y estoy más dedicada a hacer trabajos internos para las viñas desde el punto de vista de conocimiento; desde lo que puedo aportar como experiencia. Y claro, involucrándome en el proyecto de la sidra Quebrada del Chucao, con mi hijo Diego y mi sobrino Matías. Lo cual ha sido muy interesante y gratificante porque es estar al otro lado. Partí involucrándome en el proyecto porque vi que les iba más o menos bien, pero sentí que no podían cumplir cosas porque no estaban en Santiago; Matías en Villarrica y Diego en San Antonio. De manera que me empecé a ofrecer para ayudarles, y ayudarlos significó ponerme al otro lado del mesón, hacer charlas, promover  la sidra,  lo hago con la misma pasión que escribo de vinos.

 

Tu hijo Diego Rivera (en la foto) es hoy el enólogo de una bodega,  Garcés Silva, en San Antonio. Cómo ves que el haya llegado ahí, cuánto hay de tí?

Diego  ha sido una persona que ha ido evolucionando a medida que ha ido creciendo. Recuerdo que en el colegio quería ser ingeniero comercial, de cuello y corbata  y ganar mucha plata. Pero afortunadamente le faltaron puntos para entrar a Economía que era lo  que quería, y pensé que si era lo que quería hacer debía esperar un año y volver a postular. Y ese año fue fantástico. Llegó más grande, se le abrió un mundo salir del colegio. Entró a Agronomía; le perdió el miedo a la química que era lo más le asustaba, y después cuando estudiaba Agronomía, yo no lo obligué ni nada. Debes preguntarle a él en qué puedo haber yo influenciado para que fuera enólogo. Lo que sí creo es que escogió una lindísima profesión y me alegro que esté  teniendo éxito; que sus vinos estén empezando a llamar la atención en una bodega que cambió también, tal vez,  por su presencia y su relación con el vino.

Escritora de vinos con hijo enólogo, ¿no es un cierre de círculo?

No sé si es el cierre de un círculo, pero sí lo pasamos muy bien. Tal vez  para el resto de la familia somos un poco pedantes, antipáticos, porque solemos encontrar vinos acorchados que otros no perciben y encuentran que es una parada intelectualoide, o que gastamos más plata de lo normal  en vinos que nos gusta probar, y no siempre se reciben como cortesía. Pero sí,  lo pasamos muy bien.

 

«VINOS DE CHILE» / EDITORIAL CONTRAPUNTO / AUTOR HARRIET NAHRWOLD

Esta a la venta en Librerías Contrapunto a $38.000 aprox.

 

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