CATA AMARGA

Publicado el 28 mayo 2020 Por Maximiliano Mills www.maxmills.com

Maximiliano Mills, nuestro cronista de películas, recién se sumergió en este título de Netflix. ¿Le gustó? Un abreboca: «…intentan maridar vino y Rap: el equivalente a tratar de acompañar un Cabernet Sauvignon con erizos».

Sorprendido quedé al conocer que “Cata Amarga” se estrenaría en cines el pasado 27 de marzo… ¿Qué honorable grupo de enfoque aprobó esta película para evitar que fuera enviada directo al limbo de Netflix? Debido a la cuarentena por el COVID-19 jamás conoció una sala de cine y pasó a integrar las decenas de estrenos en esa fábrica de charcutería.

Aunque la traducción del título no tiene conexión con el original (uncorked = descorchado), en realidad se debería haber llamado “Carne Amarga”, ya que una certeza que sí entrega esta película es que salivarás más por apreciar carne ahumada de cordero y cerdo cocinándose en la parrilla, que por los vinos que son catados. Y desde ya le agradezco al Coronavirus que me haya ahorrado unos $7.000.- si la hubiera ido a ver al cine.

Me cuesta recordar otra película tan abrumadora con su interminable desfile de lugares comunes, llena de arquetipos de primer año de psicología: padre-a-la-antigua / hijo-que-no-encuentra-su-vocación / padre-distante-y-frío / joven-que-se-siente-incomprendido / padre-que-no-demuestra-cariño / heredero-que-no-quiere-hacerse-cargo-del-negocio-familiar / madre-que-hace-de-puente-entre-padre-e-hijo… fue como volver a leer el Silabario.

Elijah es un joven en sus veintitantos y frustrado Disc-Jockey que trabaja como empleado en una tienda de vinos de la cadena Trader Joe’s e interesado en inscribirse en un curso de Sommelier; que no es más y nada menos que el más difícil de todos: el de Master Sommelier. Al cual se puede acceder sólo por méritos después de largos años de experiencia y certificaciones previas. Para tener una idea de su dificultad, sólo puedo decir que Héctor Vergara ha sido por décadas el único Máster Sommelier de Sudamérica.

La cosa es que Elijah conoce a su polola cuando amablemente le presenta los principios fundamentales para catar un vino, incluso cuando ella había entrado a la tienda donde él trabaja sólo para comprar una botella al paso. Siguiendo con los lugares comunes, nuestro protagonista logra convencer a su papá -apoyado a escondidas por su mamá- ingresar al curso de sommelier.

Así, ingresa en «la escuela», forma su grupo de estudios y oh… ¡magia! Sin estar en los planes de estudio, a mediados del primer semestre los invitan a seguir sus estudios durante un mes -mediante intercambio- en París. Obvio que no tiene el dinero pero su compañero le ofrece un préstamo, recurso básico de guionista desmotivado: pon un problema en pantalla y de inmediato entrega la solución. Se va el curso de viaje y en ese tiempo valioso, sólo realizan una visita a un viñedo con un metro de nieve. Pero qué importa, es la inocencia de tener menos de 25 años y ¡La-felicidad-de-estar-en-París!

Pero ese personaje “lugares comunes”, que no aparece en los créditos de la película ataca de nuevo: el compañero de curso que le había otorgado el préstamo, debe regresar a Estados Unidos y Elijah queda a la deriva ¿Solución? Mamita saca de los ahorros familiares y le envía el salvavidas.

Hollywood a veces pierde el rumbo cuando quiere producir entretención, pero en “Cata Amarga” se nota la falta de profesionalismo: más de siete productores y cuatro productores asociados (“muchos jefes, pocos indios”).

A pesar de haber recibido el apoyo –y el descontar impuestos- de la comisión fílmica del estado de Tennessee y del Gobierno de Francia, dan ganas de adelantarla y ver si más adelante agarra vuelo el melodrama de la carne versus el vino. La idea brillante que lanzó en la mesa aquel amigo que “sabía catar” para aventurarse a filmar una película que pasara el filtro de la generación que se crió mirando Netflix, comienza a provocar bostezos.

Con un solo actor conocido y la post producción de sonido realizada en los estudios Skywalker, se agotó el presupuesto para contratar un guionista con oficio. O quizás, se gastó demasiado dinero en pagar los derechos de autor para crear esas irritantes escenas donde intentan maridar vino y Rap: el equivalente a tratar de acompañar un Cabernet Sauvignon con erizos.

Pero la película vuelve a caer aún más bajo cuando estando en Francia –era que no– musicalizan cada escena con Rap, esta vez cantado en francés. No hay caso, la fonética de este idioma jamás ha cuajado con el Rap.

Ya rogando para que termine pronto, Elijah se hace cargo del restaurante de la familia y también va por un segundo intento del curso de sommelier que no logró pasar. Con los amigos-productores-actores mirando el reloj y cuánto dinero queda en el banco para seguir filmando, en los últimos dos minutos de metraje ya se percibe esa quemante pregunta por la que muchos han pasado… “¿Filmé una película? Ahora ¿cómo la termino?” Por esta razón es que hay largometrajes donde uno se pregunta: ¿en qué estaban pensando cuando se les ocurrió agarrar una cámara?

La respuesta puede estar en la evidente colocación de producto que se hace en pantalla de vinos argentinos provenientes del valle de Uco, de la viña Catena Zapata y de otros terruños mendocinos (todos vinos con distribución en Estados Unidos). Es casi lo único que le da sentido a “Cata Amarga”. A pesar de que la colocación de producto es una línea muy difícil de transitar siendo imperceptible, elegante, casi nunca.

“Cata Amarga” pudo haber sido una película entretenida para ver y repetirse durante estos días de la marmota en que se ha transformado la Cuarentena. Antes de Amazon Premium, Apple TV o Netflix la medida que yo tenía para saber si una película no me había gustado era pensar en salirme del cine. Ahora pensé varias veces en cerrar la pantalla del computador.

Ver trailer aquí.


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Un comentario

  1. Excelente nota. Me pasaron cosas similares al verla.

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