FIN DE COSECHA EN EL VIÑEDO MÁS AUSTRAL DE AMÉRICA

Publicado el 23 abril 2020 Por Mariana Martínez @reinaentrecopas

Este viernes culminará cosecha con las variedades Sauvignon Blanc y Tempranillo. Diego Arribillaga nos informa desde Chile Chico.

Separados lo suficiente y con mascarillas,  este año son sólo tres personas quienes desde la semana pasada están cosechando las uvas del viñedo más austral de América. Hablamos del viñedo experimental del INIA Coyhaique y de un pequeño equipo liderado por el coordinador del departamento de fruticultura y vides, Diego Arribillaga.

Variedad Sauvignon Blanc será cosechada esta semana en Chile Chico.

El proyecto fue plantado inicialmente el año 2016 en Chile Chico, lado Sur del lago General Carrera, con el fin de buscar cultivos alternativos innovadores en la zona, tal como se logró desarrollar los árboles de cerezos 20 años atrás.

El pequeño viñedo experimental cuenta actualmente con un total de 600 plantas, con 8 variedades diferentes: Gewürztraminer, Chardonnay, Pinot Gris, Portugueis Bleu, Riesling, Sauvignon Blanc, Pinot Noir y Tempranillo. En el mismo orden que las hemos nombrado, se han ido cosechando desde la semana pasada. ¿Por qué ellas y no otras? Porque como nos explica el agrónomo Diego Arribillaga se eligieron las que según registros del INIA coincidían con las mismas condiciones climáticas del lugar. El que entendemos por su latitud extrema Sur de 46°46’0.62″ es clima frío.

El Tempranillo de Chile Chico, sin duda el más austral del mundo.

El proceso de cosecha, a pesar de lo pequeño del viñedo, es muy lento explica Arribillaga, pues implica contabilizar en cada planta sus racimos y una vez cortados pesarlos uno a uno. Luego, se le debe hacer el seguimiento a todo el proceso de fermentación, cuantificando el volumen de mosto y hollejos, entre ellos, el paso de los raquis.

 

Si se trata de la cosecha 2020 en curso, Arribillaga está contento, a pesar de que junto a Telmo y Ángel, los otros dos miembros del equipo, se han quedado solos en el viñedo para realizar las tareas, debido al aislamiento por tema COVID-19.

«Hay mucha uva, ya tenemos un kilo o dos racimos por planta de 200 gramos», nos dice Arribillaga contento. Además, las uvas están muy sanas. Al fin, comenta, les siento notas a frutillas, antes la verdad, no les sentía aroma a nada de lo que decían los críticos… El volumen de cada variedad aún es reducido, explica, pero ya hay volúmenes más interesantes. Desde 30 litros en las variedades que más uva hay hasta 9 litros».

Siguiendo la tendencia del resto de los viñedos ubicados hacia el Norte (es decir en todo el resto de Chile Vitivinícola) la madurez hasta aquí también ha llegado antes. «Empezamos una semana antes, dice Arribillaga, pero vamos a terminar más o menos igual que el año pasado».

El gran peligro de esta zona extrema por su latitud, explica el agrónomo, son las heladas de primavera y los fuertes vientos que azotan en lugar durante todo el año. La lluvia, contrario a lo que podríamos pensar, no es un problema aquí, pues apenas caen 300 mm al año. Eso sí, cada año pareciera estar cayendo menos, dice Arribillaga. Eso sí, especifica, hay agua suficiente. De lo contrario sería imposible desarrollar aquí la viticultura, pues la manera de combatir las heladas es con aspersores o regadores. Para el viento, agrega, están los árboles alrededor del viñedo y las mallas Raschel corta-viento, las que además ayudan a proteger el viñedo del apetito de los pájaros. Otra gran ventaja, agrega, es la baja humedad relativa, de apenas 40%. Y, por si se lo preguntaban… aquí en invierno cae muy poca nieve, y sí, cada vez menos.

La razón por la cual alcanzan la madurez en una latitud tan Sur, dice Arribillaga, es que en verano el sol sale a las 6:30 am y se pone a las 10:30 pm.

Diego Arribillaga en plenos trabajos de vendimia.

Si hablamos del suelo bajo el viñedo, habría que decir que se trata de un antiguo lecho de río, por lo que debajo de una capa delgada de unos 20 cm, donde ya están las raíces hay muchas piedras aluviales.

Arribillaga cuenta que el año pasado siguiendo la intención del proyecto (transmisión de tecnología a privados) un productor local plantó su propio viñedo, y que vienen más con el mismo carácter experimental-privado. Entre todos ellos, un proyecto de la mano de Viña Ventisquero y de Viña Miguel Torres, éste último del otro lado del lago, en Puerto Ibáñez. Este año una vez más, con el vino ya terminado, en INIA seguirán buscando el potencial de cada variedad y harán sus vinos Keokén, para demostrar el potencial, por ahora, el extremo más austral del vino chileno experimental.

Recordemos que los vinos ya elaborados de este proyecto de INIA Coyhaique se presenta al mundo bajo la marca Keokén, como una herramienta de difusión de sus resultados. Los vinos no están a la venta en el mercado.

 


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