ENTRE VIÑEDOS CERCA DE MONTEVIDEO, 2daPARTE

Publicado el 09 mayo 2019 Por Leonor Soza de la Carrera @leonorsoza

Nuestra corresponsal en Uruguay, la sommelier Leonor Soza nos cuenta sobre la cosecha 2019 en dos bodegas familiares. A la segunda de ellas, Casa Grande, llegó en bici y se volvió pa’ la casa con botellas de vino amarradas a la parrilla.

Entre viñedos cerca de Montevideo, 1era Parte

Me enteré de la existencia de los vinos de Casa Grande la primera vez que fui a José Ignacio. Ello, sin imaginar que después terminaría varios meses viviendo en el balneario. Era un día de lluvia copiosa y en un restaurante junto con una amiga comimos rabas (calamares fritos) acompañados de su rico Sauvignon Blanc de Canelones.

Si bien hay transporte público desde Montevideo hasta Canelones, lo que permite llegar cerca de la bodega sin auto, ninguno pasa frente de la puerta, por lo que llevé mi bicicleta plegable en el bus. Me bajé en la Escuela Militar de Aeronaútica y luego me fui “cleteando” algunos minutos bajo un sol radiante hasta la bodega.

Como el vino acompaña momentos de la vida, el pedaleo me trajo muchos recuerdos, entre ellos  cuando entré a estudiar a la Escuela de Sommeliers de Chile y trabajaba en la Viña Cousiño Macul; subía la bicicleta plegable al Metro en estación Quilín, donde tampoco había vereda ni berma y cada día era algo así como lanzarse a la vida en dos ruedas.

En Canelones, Casa Grande tiene 30 hectáreas de viñedos conducidos en lira. Su historia traspasa generaciones, pero de la mano de Florencia y su familia es más bien reciente. Ella, una joven enóloga no sólo vela por su área, sino que se encarga incluso de la distribución. Su padre es el responsable del viñedo y su madre está estudiando actualmente  para sommelier profesional. ¡Vaya familia vinera! Si se preguntar por sus apellidos, aquí no tienen importancia.

Es Florencia quien me invitó, y como aun no estaba, cuando yo llegué, me avisa que entre tanto me recibirán Alvarito y Leticia. Ambos muy atentos, se encuentran en pleno etiquetado manual para una exportación a Brasil. Es él, también enólogo, quien me cuenta que no se llegó tan fácilmente a la época de cosecha esta temporada 2019. El año pasado, explica, sí cosecharon cuando quisieron; «este año, cuando pudieron». Hubo muy pocas horas sol, muy  nublado, y a eso se le sumaron las lluvias enero. «Eso sí, asegura, gozan de una sanidad “bárbara”. La cosecha se  finalizó alrededor de la primera quincena de marzo, con las variedades Nebbiolo, Barbera y el cruce llamado Marselán. Con ésta última tinta, incursionaron recién el 2018, cuando hicieron una prueba en rosado.

Muchas más variedades produce Casa Grande: Sauvignon Blanc, Albariño, Viognier, Tannat, Merlot, Cabernet Franc, Tempranillo, Caladoc, Arinarnoa. De la existencia de estas dos últimas, ambas nacidas en el sur de Francia, nunca había escuchado hasta ahora.

Caladoc, me explicaron, es el cruce de Garnacha + Malbec y Arinarnoa, el resultado del cruce entre Tannat + Cabernet Sauvignon, algo que se supo no hace mucho, ya que inicialmente se creía que era cruce entre Petit Verdot y Merlot.

De vuelta a la bodega después de recorrer el campo, puedo ver el alambique de cobre que se trajo desde Serbia, utilizado para la producción de grappa, la que hacen al estilo que en Italia corresponde a “mórbida”, y –no lo digo sólo yo– producen una de las más destacadas, sino la mejor, del Uruguay. Pienso que merece todo un capítulo aparte los detalles de la elaboración de este destilado de orujo, el que prometo relatar en WiP en un artículo futuro si me deja.

Algo que siempre va a ser divertido para un sommelier es probar vinos que aún no están terminados, directamente desde sus estanque o barricas. De estanque en Casa Grande probamos el Albariño que ya destaca por una acidez riquísima, y también la Arinarnoa 2019, que estaba en plena maloláctica. Su color es casi negro, y la nariz es marcada a fruta negra, mucha guinda. Su vino es fresco en boca, rugoso y suuuuper tánico. Cuando pasamos a las barricas probamos su versión 2017; allí, la nariz se abre hacia los frutos rojos. Ya llevaba entre 4-5 meses en madera húngara y la vainilla se sentía en su retrogusto, con muchísimo tanino, pero sigue siendo jugoso.

Las barricas que usan en Casa Grande son francesas y americanas, y están guardadas en una salita pequeña. Allí  probamos su Tannacito, proveniente de un pequeño cuartel. No por el nombre en diminutivo deja de ser tremendo vino. Lleva el mismo tiempo en barrica que el vino anterior y probablemente llegue a tener un año de guarda. Es de entrada dulce y muy redondo.

Seguimos con el vino llamado Super Blend, mezcla de Tempranillo, Cabernet Sauvignon, Tannat, Merlot, Cabernet Franc y Caladoc, además de los monovarietales de  Marselán y Caladoc. El  último es en verdad en boca pura fruta, de un color tan profundo que casi llega a negro. Junto al Tannacito, son dos mis favoritos de la visita.

De vuelta en casa compartí el Cabernet Franc, con apenas 12,8 ºA , el que dejó a todos encantados; en verdad era para repetición. También el espumante de Viognier, que resultó ser una bomba de frutas blancas en boca, muy oleoso y fresco a la vez. Lo que me dejó pensando que hay distintas varas para medir un vino. A veces un público exigente da un veredicto riguroso, con el que no todos estamos de acuerdo. Muchas otras veces depende de la situación… Y cuando un vino invita a continuar bebiendo, entonces su objetivo está en su mayoría cumplido. Eso precisamente fue lo que me pasó con los vinos de Casa Grande.

No puedo dejar de mencionar que la bodega tiene una pequeña tienda con muy buenos precios, desde 10 dólares los vinos de la línea joven, hasta poco más de 40 dólares el Super Blend.

Antes de partir, pude hablar con Florencia, quien me regaló una cuerda para amarrar la mochila con vinos a la parrilla de mi bicicleta. Tenía esta vez que tomar ruta hacia el lado contrario, hacia la ruta Interbalnearia, no de vuelta hacia  Montevideo. Eso significaba hacer unos 6 kms nuevamente sin berma, ni vereda. Y bueno, hay que estar un poco loco para tirarse en una bicicleta como la mía por esos caminos, pero ¿no es acaso el vino a veces una bebida de locos?

Para vuestra tranquilidad, llegué bien hasta la ruta, pero decidí doblar mi bici y me subí al bus en la misma dirección, al Este.

 

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