Publicación: 18 diciembre 2017

CENANDO EN LA OSCURIDAD, SAO PAULO

Salir a comer fuera de casa  hace tiempo que dejó de ser solamente el plato servido en la mesa. Claudia Gacitúa nos cuenta su experiencia gastronómica en Jantar no Oscuro, una cena diferente donde los sentidos toman el mando. 

Son las siete de la tarde. Diez extraños en busca de nuevas sensaciones se encuentran en el jardín de un lugar desconocido en la inmensa ciudad de Sao Paulo, Brasil.  Nadie sabe quién es el otro, sólo algunas parejas que decidieron ir juntas. Tímidamente se van saludando, ninguno quiere exponerse antes de tiempo. En el ambiente, se puede sentir una mezcla de curiosidad, temor y excitación por lo que está por venir.

Ninguno de los presentes está aquí por obligación, todos aceptaron pagar una suma que parte en los $45.000 pesos chilenos) para entregarse por completo a la experiencia de comer en la oscuridad.

Las reglas parecen simples, nadie podrá hablar ni hacer comentarios durante la comida, la idea es comer con las manos, por supuesto apagar celulares y no sacar fotos. Hasta ahí todo bien, sólo faltaba la última y más importante indicación; a todos los asistentes se les vendarán los ojos en el jardín y serán conducidos así hasta el lugar donde se realizará la cena.

Nadie dice nada, aunque se sienten las miradas de algunos que parecen pedir ayuda para ser rescatados de algo que ellos mismos eligieron hace por lo menos más de un mes, fecha en que se agotaron los últimos cupos para está especial cena.

Las sicólogas Elis Feldman y María Lyra, organizadoras de la experiencia, tranquilizan a los asistentes. “En todo momento estaremos nosotras y nuestro personal guiándolos, solo hay que entregarse y sentir”.

Uno a uno los asistentes van siendo vendados. Las suaves cintas negras, que no dejan ver ni un haz de luz, parecen gatillar una extraña sensación de desamparo, donde el resto de los sentidos toman el mando y comienza a despertar algo en la profundidad de cada ser humano que estaba tan olvidado como escondido.

Son sonidos, palabras, silencio, aromas y texturas que se mezclan y sorprenden a cada uno de los participantes, desafiándolos a encontrarse con algo más que un plato, sensaciones, recuerdos y emociones que solo la oscuridad puede traer al presente.

La cena organizada por la productora “Jantar no Oscuro”, que en español significa cenar en la oscuridad, es una más de las tantas que hacen mensualmente en las ciudades de Sao Paulo y Rio de Janeiro. Todas las semanas hay por lo menos un evento de este tipo. “Nos hemos dado cuenta que existe la necesidad de las personas de experimentar nuevas sensaciones alrededor de la gastronomía. Ya no basta con ir a comer a un restaurante nuevo, lo que el consumidor busca son historias y experiencias que les ayuden a darle un sentido a sus vidas cotidianas. Y qué mejor que la gastronomía para lograr eso”, comenta a los asistentes Elis.

Ya sentados en la mesa, en el silencio comienza a sentirse  un sonido intenso, un aroma a hierbas recién cortadas y una leve brisa. Al oído de cada asistente alguien susurra, “su primer plato ya está servido”, luego tomando de su mano hace un pequeño recorrido por las copas, la servilleta y el aguamanil.”

Comiendo con las manos, los ojos parecieran estar de más, y la cena se transforma en un maravilloso descubrimiento de texturas, aromas y sabores, donde los recuerdos de la infancia y la sensación de estar vivos a más de alguno lo desborda. A lo lejos se siente un sollozo.

Después de una hora diez, varios platos para degustar incluyendo un postre que llenó la sala de un delicado aroma a vainilla y caramelo, todavía nadie sabe dónde está. La sorpresa al descubrirlo será grande.

Aún con los ojos vendados los asistentes comienzan a murmurar. Las organizadoras piden sacarse lentamente las vendas y sólo algunas velas iluminan la noche. Con los ojos aún adormecidos, todos se miran y sonríen no acreditando en el lugar que se encontraban.

La gran mesa ubicada al centro de la sala vacía, con muros de cemento, sin decoraciones, pero por sobre todo muy lejos de ese jardín encantado, la maravillosa vista a la luna llena o las ollas colgando de la cocina de la abuela, que más de alguno imaginó.

El murmullo aumenta, los comensales quieren ser escuchados y a pesar de que todos comieron lo mismo a la misma hora y en el mismo lugar, la experiencia fue única y reveladora para cada individuo. ¡Vale la pena vivirla!

Aquí les dejamos el sitio web de ateliê no oscuro, para los que se animen a viajar a Sao Paulo.

Claudia Gacitúa es cocinera y sommelier, enamorada de la gastronomía y todo lo que la rodea, se ha relacionado con la buena mesa desde distintos ámbitos. Cuando vivió en Sao Paulo, Brasil, trabajó en Síbaris, conociendo de cerca los grandes restaurantes del país y el mundo; organizando diferentes congresos y ferias gastronómicas. Ha sido colaboradora de Go Where Brasil. Amante del Slowfood y fiel admiradora de los oficios gastronómicos. Actualmente se encuentra realizando su tesis de periodismo en la Universidad de Santiago.

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