Publicación: 29 mayo 2020

ATTILIO & MOCHI, UNA APUESTA DE VALOR POR CASABLANCA

Les presentamos esta variopinta familia de vinos nacidos en el Valle de Casablanca, de la mano de dos brasileros enamorados de nuestra costa con vista al Pacífico. Un viaje desde el estilo naranjo hasta el fortificado.

Nuestra invitada del penúltimo sábado de mayo en #masvivosquenunca fue Ángela Mochi, la mujer detrás de un proyecto nacido en el Valle de Casablanca, a partir de la pasión de dos brasileros, de profesión ingenieros en alimentos, enamorados del vino.

Angela Mochi, socia y winemaker de ttilio & Mochi.
Angela Mochi, socia y winemaker de Attilio & Mochi Wines.

Todo partió el año 2011 cuando Ángela y su marido Marcos Attilio decidieron dejar atrás su vida en la ciudad, en Brasil, donde eran importadores de vinos, para venir a vivir a Chile. La pregunta obvia es por qué Chile, y, dentro de un tan largo país, por qué elegir el Valle de Casablanca. A lo que Ángela respondió como si nunca antes le hubieran hecho esta misma pregunta: «Porque vinimos de visita y pasamos unos días maravillosos en Tunquén, en la costa de Casablanca, y decidimos que aquí queríamos vivir, cambiar de vida y hacer nuestros propios vinos».

 

Desde que llegaron a Chile el 2011 hasta el año 2018, sus vinos Attilio & Mochi los elaboraron comprando uvas de Casablanca a terceros y vinificándolas en otras bodegas. El 2018 cosecharon al fin su viñedo de 5,5 hectáreas plantado en el jardín de su casa, en la zona de Orrego Arriba. Eso es entre Algarrobo y el pueblo de Casablanca. Hoy con una pequeña bodega propia también al lado de su casa, hacen a mano todos sus vinos, los que ya forman una variopinta familia.

Nuestra degustación comenzó con su estrella blanca Amber Experimento 2018, mezcla de las variedades blancas Roussanne y Viognier ($14.000), cosechadas juntas en sus viñedos, luego co-maceradas y co-fermentadas junto con sus pieles por un mes en tanque de acero inoxidable; para finalmente guardar el vino por dos meses más en barricas de madera. Claro que se trata de un vino naranjo, de clima frío; de los que pocos se ven. Y menos, en Chile aún, a partir de estas dos variedades que tienen su cuna en el Ródano francés. El vino (ya el segundo naranjo de la casa) resulta un vino voluptuoso, de exquisita acidez, con notas de durazno y damascos, suficiente carga tánica para decir que es naranjo. De él seguro guardarán muchas botellas para saber qué pasará a través del tiempo. Pues de aquel primero, un Sauvignon Blanc 2015, no queda nada. De este segundo muy poco, pero inténtelo igual. Capaz que tengan suerte de llevarse las últimas botellas.

En su copa Ángela tenía durante nuestra conversación otro vino, un rosado «políticamente incorrecto» mezcla de Pinot y Viognier 2020. Haciendo memoria, nos contó que varios de sus experimentos como éste no califican para salir al mercado. Aunque este sí saldrá durante el año. ¿Qué hacen con ellos? Se los toman en casa. La gracia de estar en un país del nuevo mundo, dice Ángela, y estar aprendiendo todos los días cosas nuevas, es que podemos experimentar y descubrir que es lo mejor que podemos hacer.

Seguimos la cata de los vinos de Attilio & Mochi con su Pinot Noir 2015 ($15.000), efectivamente, de uvas compradas a terceros dentro del valle. En este vino, nos explica Ángela, buscaron el aporte de la madera sin timidez; de allí dice: en nariz y boca es una caja de especias dulces de panadería. Ángela tiene toda la razón. Se siente cálido, dulzón, pero a la vez tiene todavía una rica acidez. ¿La idea del vino? Ver hasta donde podían llegar con la madera. Para mí, mejor no repetir, aunque haya a quien le guste. Prefiero el estilo del siguiente.

El siguiente vino fue nuestro favorito de la serie, para beber hoy y guardar. Se trata del primer Malbec ($15.000) de su viñedo, cosecha sí, 2018, un tinto lleno de fruta negra, fresca, tenso, de cuerpo medio, persistente. Hoy una explosión de fruta que ya es fácil de beber sin aburrir.

Su hermano, de cosecha y viñedo, es el Cabernet Franc 2018 ($15.000); un Franc de un carácter único que de seguro dará de qué hablar. Más tenso y parco, es un tinto perfumado, con una nariz inconfundible. Lleno de hierbas verdes, en nariz, y en boca, aún tenso, de cuerpo medio a ligero. Un Franc que yo quiero ver envejecer en la botella para ver qué nos puede dar en varios años más.

Del que quiero beber hoy más junto a postres de chocolate amargo, es el Dulce Fuerte ($18.000) una mezcla de Syrah y Malbec 2015 que es como su nombre lo dice dulce y fortificado. Su color es rojo profundo y en aromas con las notas de oxidación propias de este tipo de vinos tipo Oporto (dulces fortificados de Portugal). Así sentimos el licor de moras en nariz y boca, denso, goloso, de taninos suaves pero firmes, y acidez precisa para no empalagar. Ideal por cierto para beber poco a poco, servido en una copa pequeña, como dice Ángela, como si fuera el postre por sí mismo en estos días de encierro.

2020 Y EL FUTURO EN CASABLANCA

290 días sin una gota de lluvia nos dice Ángela que pasaron en sus viñedos desde el 31 de julio del 2019, hasta hace unos días atrás en mayo del 2020, cuando al fin cayeron 3mm de agua. La sequía es una cosa seria, sin duda en el valle, no dice Ángela, lo que argumenta está llevando a arrancar viñedos. Lo bueno, explica, es que quedarán sólo los mejores y se volverá el foco a hacer sólo vinos de calidad. La fórmula es sencilla pero dolorosa para productores de altos volúmenes y precios bajos: Al regar menos, produces menos uvas y eso te lleva a ojalá hacer vinos de mayor valor.

Attilio & Mochi también son miembros de MOVI Chile, pueden comprar sus vinos durante el año a través de su página https://www.movilatienda.cl/.

Cuando se abran las puertas los invitamos a visitarlos, esta pareja estará feliz de volver a recibir turistas curiosos. Mientras tanto, a su vez pueden comprar sus vinos a través de sus redes @attiliomochiwines o Fono/WhatsApp +569 73882671. Tienen delivery a V Región y Región Metropolitana, también envían sus vinos a EE.UU.

 


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