Publicación: 19 junio 2017

ARGENTINA ESTUDIA SUS CEPAS CRIOLLAS

Dentro de la gran  variabilidad de las variedades llamadas «criollas»,  al menos 10 poco conocidas  darían buenos vinos, según un trabajo del INTA Mendoza.

El Diario  de Cuyo informó que un equipo de trabajo del La Estación Experimental Agropecuaria del INTA Mendoza, estudia la genética y  cualidades de las variedades criollas que posee Argentina (33% del total de sus viñedos) con el fin de elaborar vinos de alta o mediana gama con estas uvas y así  generar productos únicos del territorio, de calidad y que puedan diferenciarse en los mercados.

Parte de este estudio se ha publicado recientemente en la Revista Australiana de Investigación en Uva y Vino (Australian Journal of Grape and Wine Research). El estudio que ya lleva 5 años en desarrollo  está guiado por Jorge Prieto, e integrado por Gustavo Aliquó, Rocío Torres, Martín Fanzone, Santiago Sari, María Elena Palazzo y Jorge Pérez Peña.

Según la publicación, las variedades criollas más cultivadas en Argentina hoy  corresponden a Cereza (29.190 ha), Criolla grande (15.970 ha), Pedro Giménez (11.389 ha) y Torrontés riojano (8.221 ha). Durante las décadas de los 70 y 80 se privilegió su cultivo debido a su alto potencial de rendimiento. Por lo que su destino actual es principalmente  para la producción de vino básico y/o mosto dependiendo de las condiciones del mercado.  Una mención aparte merece la variedad Torrontés riojano, la cual es considerada hasta el momento la única variedad criolla de alta calidad enológica.

Los profesionales informaron que se denominan variedades criollas a las que se originaron en Sudamérica y en  general, se generaron a partir de cruzamientos naturales entre las plantas de vid traídas por los españoles desde la época de la conquista.   Esta hipótesis fue probada hace algunos años por investigadores de la FCA de la Universidad Cuyo y de Chile, quienes determinaron que la mayor parte de estas variedades tienen como progenitores al Moscatel de Alejandría (variedad de origen griego traída a América por los jesuitas) y a la denominada comúnmente Criolla chica, que en realidad es una variedad española cuyo nombre original es Listán prieto.  Estas dos variedades se cruzaron repetidas veces y originaron las variedades criollas más conocidas hasta el momento. Se trata, por lo tanto, de variedades que vienen siendo cultivadas en Argentina desde hace casi 400 años y adaptadas al medio ambiente local.

Gracias al análisis de ADN, el grupo de estudio encontró hasta el momento 28 variedades criollas diferentes, de las cuales 18 corresponden a genotipos no conocidos anteriormente y 10 a variedades ya previamente estudiadas. De las 18 variedades nuevas hay muchas que no están presentes en viñedos comerciales y es probable que las plantas de la colección sean las únicas existentes de la variedad.

Por otro lado, los resultados también indicaron que hay otras variedades que actuaron como progenitores (además de Criolla chica y Moscatel de Alejandría antes mencionados) originando nuevas variedades. Entre ellas, se puede citar al Moscatel de grano pequeño y también al Malbec. El hecho que el Malbec sea el progenitor de dos variedades criollas indica que el proceso de hibridación continuó hasta después de la llegada de las variedades francesas a mediados del siglo XIX, con la llegada de Pouget a Mendoza. En consecuencia, el proceso de «formación» de las variedades criollas fue más complejo y diverso de lo que tal vez se pensaba.
¿Es entonces el Torrontés riojano la única variedad criolla con alto potencial enológico? No. Estos 5 años de estudio permitieron al equipo de investigadores cuyanos identificar cerca de 10 variedades con potencial enológico promisorio debido a su composición polifenólica, perfil aromático y acidez y que permiten asegurar que hay otras variedades criollas, además del Torrontés riojano que tienen elevado potencial enológico.
La mayoría de las variedades criollas incluidas en el estudio  se rescataron en la década del 50 de viñedos antiguos del Oeste argentino y se implantaron en la colección de variedades de la EEA Mendoza INTA, por los ingenieros del INTA José Vega y Alberto Alcalde. Importante mencionar que había una colección con 50 variedades criollas que se arrancó en los años 70 y de la cual se pudieron recuperar algunos individuos.

Este trabajo se ha realizado en colaboración con un grupo de investigadores del INRA de Francia, donde se encuentra la colección de variedades de vid más grande del mundo y que alberga más de 7.800 en total. 

De la gráfica: en rojo se muestran las variedades europeas que actuaron como progenitores, en azul, las nuevas variedades encontradas en el presente trabajo y en negro variedades determinadas por otros trabajos de investigación.

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